TEORÍA PEDAGÓGICA.
Se define como teoría pedagógica al conjunto de conceptos, definiciones, preposiciones, enunciados, principios que interrelacionados permiten explicar y comprender lo pedagógico, es decir, todo lo relacionado a la formación, la enseñanza, el aprendizaje, el currículo y la organización escolar. Más, si se asume la concepción de Lakatos (1978), se puede definir la teoría pedagógica como estructuras de pensamiento constituidos por valores, creencias y supuestos que le permiten al profesor interpretar situaciones, conceptuar su experiencia, sistematizarla, investigarla, transformarla y construir la praxis pedagógica, contribuyendo a enriquecer la teoría y el discurso pedagógico. En otros términos, la teoría pedagógica es el marco de pensamiento compuesto por valores, creencias y supuestos básicos, que le permiten al docente comprender, dirigir, repensar y transformar las acciones que contribuyen a que los seres humanos eleven sus niveles intelectivos y adquieran las herramientas que en un futuro les permitirán asumir su vida en forma consciente y libre.Concepto de Teoría
La Teoría
Pedagógica no ha estado exenta a la marcada de la diversidad conceptual,
de la cual ha sido objeto, el término “teoría”. Pero, además, su dilucidación
conceptual, se encuentra también marcada por la polisemia de la misma palabra
“Pedagogía”. Pues, ante la interrogante ¿qué es la Pedagogía? emergen respuestas
que limitan, a su vez, la posibilidad de responder la interrogante ¿qué es una
teoría pedagógica? Es necesario por tanto, efectuar una revisión sobre lo que
se entiende por “Pedagogía”.
La Pedagogía como una actividad carente de status científico
Existe
una postura que le niega el carácter científico a la Pedagogía y la concibe o
bien como una actividad o como un arte. La concepción de la Pedagogía como
actividad, se inscribe esencialmente en el significado etimológico del término
y en la concepción positivista de la ciencia. De acuerdo a la primera, a las
raíces, la palabra proviene de los términos griegos: “paidos” que significa
niño y “ago” que significa conducir. Entonces se hablaba del paidogogo quien
era el esclavo que conducía a los niños. Por lo que se dice que desde sus
orígenes surge más como actividad que como saber.
Según,
la segunda tendencia, es decir, la concepción científica positivista que aboga
por el conocimiento objetivo, absoluto, verificable y universal, la Pedagogía
al igual que las demás ciencias carecería de estas condiciones, por la
complejidad del objeto de estudio que aborda, el cual, por su misma naturaleza
humana, no puede ser abordado desde los paradigmas provenientes de las ciencias
físicas y naturales. Aunado a ello, se suma el hecho de disgregación del objeto
pedagógico en los demás campos del saber, que se explica en el apartado
siguiente, el cual le circunscribe un carácter instrumental al conocimiento pedagógico,
cuya aplicación lo limita al cerco del aula.
Ahora
bien, en la ausencia de status científico, se incluye también la tendencia que
asume la Pedagogía como arte. Esta forma de concebirla, tiene aceptación en el
sentido que lo plantea Stenhouse (1995), ente otros autores, que señala que a
medida que el maestro lleva a la práctica el currículo, se perfecciona
profesionalmente y, cada vez, es mejor docente; como el artista, que en la
medida que elabora obras, afina más sus técnicas y despliega toda su creatividad.
Esta postura también tiene sus críticos. Gallego – Badillo (1997) expresa: “La
Pedagogía no es un arte, ni en el sentido de lo artesanal (empírico) ni en el
de los artístico. Profesionalmente, un pedagogo, no es un Mozart, un Alejo
Durán, un Botero… El produce Pedagogía no obras de arte” (p.27). También Freire
(1997) alude al respecto cuando plantea que el profesor no moldea a sus
estudiantes, pues no trabaja con materiales inertes a los que se les da forma
de acuerdo a la inspiración del artista o artesano, sino que el pedagogo
trabaja con la formación de hombres y mujeres que tienen pensamientos,
sentimientos, experiencias; cada alumno es un mundo, y si bien, puede ser
influenciado por el docente, no puede ser formado a imagen y semejanza de lo
que se le ocurra al educador en su mente.
Entonces
el pedagogo dista mucho del artista. Pero es que además, si acogemos la postura
de Stenhouse (1995), en lo que se aprecia con la realidad, por ejemplo, la
venezolana, entra en contradicción, pues, los docentes con mayor tiempo de
servicio, por lo general, salvo excepciones, tienden a convertir sus práctica
en un hacer rutinario, poco creativo, con escasos cambios al modelo tradicional
y, con un limitado, por no decir nulo, nivel de reflexión. Se pierde en la
extrema seguridad de lo que hacen.
La Pedagogía como una de las llamadas ciencias de la Educación.
Al
asumir la Pedagogía como una de las llamadas ciencias de la educación, resulta
que, la educación también la abordan otros campos disciplinares como la
Filosofía, la Sociología, la Antropología, la Historia, la Administración,
entre otras, denominadas ciencias humanas. De ahí que existan la Filosofía de
la Educación, Historia de la Educación, Psicología de la Educación, Sociología
de la Educación, Administración Educativa, entre otras. Cada una desde su campo
macro aborda una parte del fenómeno educativo ¿Qué estudiaría la Pedagogía?
Según Best (1988) queda circunscrita su acción al cerco disciplinar del aula,
aplicando saberes de otras ciencias. Es cuando la Pedagogía pierde su status
científico y adquiere un carácter instrumental y aplicacionista de los saberes
producidos de otras ciencias. Reporta la literatura, que este fenómeno es
consecuencia del auge cientifista que surge a inicios del siglo XX, cuando se
tuvo la intención de convertir la educación en objeto científico. Aparecieron
las llamadas Ciencias de la Educación. Ello trajo como consecuencia una
conceptualización desarticulada que disgregó el campo pedagógico. En otros
términos, el objeto de la Pedagogía quedó atomizado. Tal situación impidió
sistematizar el discurso pedagógico. De esta manera, cada ciencia de la
educación abordó, para su estudio, un aspecto de la práctica pedagógica y se
despojó al docente de su condición de intelectual, pasando a ser un técnico e
instrumentador de saberes provenientes de otros campos.
La
Pedagogía pasa a ser entonces un saber subordinado a las ciencias humanas y
concretizado a través de la clase, el currículo y el examen. Se alejó a los
profesores de un marco de pensamiento que les permitiese apreciar los procesos
esenciales de su hacer, como son: formación, enseñanza, aprendizaje, currículo,
entre otros, y a su vez, emprender mecanismos para desarrollar una práctica
pedagógica transformadora. Los currículos de formación docente quedaron
compuestos por una serie de saberes desarticulados, que poco o nada tenían que
ver con la problemática del aula y la escuela.
Desde
esta perspectiva, la teoría pedagógica se constituye en un conjunto de ideas
provenientes de diversas ciencias pero con pocas implicaciones prácticas. El
abismo teoría y práctica se amplió, dentro del campo de la Pedagogía. Esto
trajo, entre otras consecuencias, que el docente tendiera a ver la teoría
pedagógica como un saber perteneciente a los libros y a los científicos,
quienes conformaban una élite que se encargaba de producir conocimientos desde
sus ámbitos de estudio, alejados de la realidad práctica, es decir, del aula y
de la escuela. Los resultados de esta actividad discursiva constituían un conjunto
de supuestos, poco entendibles por el cuerpo profesoral y sin aplicación
práctica. El docente quedó relegado a ser, como lo señala Freire (1994) un
aplicador de los paquetes que producen los sabelotodos y las sabelotodos en sus
oficinas, en una demostración de su autoritarismo, el cual, se traduce en la
poca confianza que tiene sobre la capacidad de los profesores, en cuanto a su
posibilidad de saber y crear.
Ante
esta situación han surgido autores, que desde la década de los 80 están
haciendo revisiones para intentar delimitar el campo científico de la
Pedagogía, tal es el caso de Best (1988), Zuluaga (1988), Martínez (1990),
Flórez (1994), García C.,J. y García del DD., A. (1996), entre otros que han
dado como resultado trabajos serios, los cuales de alguna manera, son referidos
en el apartado siguiente al intentar explicar la Pedagogía como ciencia.
La
Pedagogía como ciencia:
Cuando
se sume la Pedagogía como ciencia pueden encontrarse varias definiciones:
a.
La Pedagogía como ciencia que tiene por objeto la educción o la Pedagogía como
ciencia de la educación.
b.
La Pedagogía como ciencia que tiene por objeto de estudio la enseñanza.
c.
La Pedagogía como ciencia que tiene por objeto de estudio la formación del
hombre.
Como
se puede apreciar, al asumir la Pedagogía como ciencia, surgen de inmediato las
siguientes interrogantes ¿cuál sería su objeto? ¿Qué estudia?, pues aún los
pedagogos no se han puesto de acuerdo y cualquiera de esos conceptos que se
enumeran en el párrafo anterior, es posible encontrarlos en textos antiguos o
actuales. Ello puede conducir a que se piense que esta ciencia no tiene un
objeto delimitado. A fin de clarificar este fenómeno, denominado por algunos
autores enrarecimiento pedagógico, se ha considerado conveniente analizar cada
una de estas posibilidades.
a.
Si se acepta como objeto de estudio a la educación o lo que algunos autores
denominan como la ciencia de la educación, tenemos un objeto muy amplio y
complejo para ser abordado por un saber específico. En primer lugar, porque la
educación es un proceso histórico social en el que intervienen múltiples
factores: económicos, políticos, culturales, físicos, genéticos, psíquicos y la
lista pudiera alargarse hasta el infinito. En este sentido García C.,J. y
García del DD., A. (1996) escriben: “Donde dos personas se ponen en relación y
se transmiten información o mutuamente interactúan produciendo
transformacio-nes y adaptaciones del comportamiento, allí se ha puesto en
movimiento los mecanismos que intervienen en el proceso educativo” (p. 97).
De
por sí, la educación es un proceso que puede incluir o no la sistematicidad y
por tanto, puede ser o no escolarizada. Entran aquí en juego la formación de la
educción. Puede considerarse una educación sistemática, al proceso que tiene
una intencionalidad definida; pero ésta a su vez, puede ser formal y no formal.
Lo formal tiende a asociarse a la regulación que tiene el Estado sobre la misma
a través del sistema escolar organizado. La no formalidad, tiene intenciones,
pero necesariamente es regulada por el Estado a través de los Ministerios de
Educativos. Para el caso venezolano, la pueden conformar los programas radiales
o televisivos que a bien tienen los medios transmitir, los cursos de
capacitación que pueden ofrecer empresas o grupos económicos, sin estar
adscritos al Ministerio de Educación y Deporte o al Ministerio de Educación
Superior, que son las instancias reguladoras del Sistema Educativo Venezolano.
Pero
también puede existir una educación informal llamada también, educación refleja
o espontánea, que se genera en el contacto intersubjetivo del día a día. Ahora
bien, surge de inmediato la interrogante ¿Qué tipo de educación abordaría la
Pedagogía? Si se circunscribe a la formal, sería más correcto llamarla ciencia
de la educación sistemática, lo cual, parece inadecuado, pues la educación es
un proceso integral y esta clasificación o categorización se hace sólo con
fines didácticos para intentar dilucidad su complejidad. Asumirla de tal forma,
es propiciar una visión parcelada del fenómeno. García C.,J. y García del DD.,
A. (1996) exponen al respecto, que el fenómeno educacional está situado en las
raíces del ser humano y por ende esta impregnado de todo tipo de hacer
colectivo, lo cual hace que se encuentre omnipresente en todo tipo de
manifestaciones culturales y que, a la vez, se resista a la objetivación
mediante el conocimiento científico, pues se presenta como una totalidad
inobservable.
Precisan,
incluso los autores referidos, que convertir una parte del fenómeno educativo
en objeto de la científico es “esqueletizarlo” y, en tanto que experiencia
vivida por todos, sentirlo como deshecho, destruido y decompuesto” (p.99).
Pero, igualmente, concebir la Pedagogía como la ciencia de la educación, aun
cuando esa es la herencia de Herbart, en este momento histórico, es nadar en un
inmenso mar de información, sin tener un faro que oriente un rumbo; es decir,
sin posibilidades de superar el abismo, que muchos críticos como el mismo
Freire (1997), Carr (1996), Giroux (1990), han denunciado entre la teoría y la
práctica. Pero además, se pudiera argumentar lo señalado por Gallego – Badillo
(1997) quien señala que la Pedagogía no puede ser la ciencia de la educación,
porque educar es una actividad y como tal puede ser realizable sin Pedagogía.
b.
Si se asume la enseñanza como objeto de estudio pedagógico por excelencia, se
cae en el campo exclusivo de la Didáctica, definida como el campo, saber o
ciencia cuyo objeto de estudio es la enseñanza. Entonces ¿Pedagogía y Didáctica
tendrían el mismo objeto de estudio? ¿serían sinónimos? ¿cuáles serían las
diferencias entre estos dos campos?
c.
La Pedagogía como ciencia que tiene por objeto de estudio la formación del
hombre, es otra posibilidad que está planteada en el contexto bibliográfico y
respaldada por autores como Vasco (1990), Álvarez (1999), entre otros. La
formación, tal como lo plantea Flórez (1994) es considerada como eje unificador
del discurso pedagógico y puede asumirse como un proceso interno mediante el
cual los individuos desarrollan la responsabilidad en todas sus dimensiones, en
una relación intersubjetiva con sus semejantes, adquiriendo niveles superiores
de pensamiento, mediante los cuales, pueden apropiarse de las herramientas que
en el futuro les permitirán asumir su vida en forma consciente y libre, a la
vez, que valoran este mismo derecho de desarrollo en sus semejantes.
Según
Flórez (1194), el concepto de formación como eje articulador del discurso
pedagógico, coincide con las mismas dimensiones en desarrollo que reconocen los
científicos en el eje de la evolución de la naturaleza y la vida humana, como
son: la universalidad, la autonomía, la inteligencia y la fraternidad. La
primera permite a los seres humanos compartir con culturas presentes y pasadas,
la segunda, se refiere al desarrollo del sentido de interdependencia de los
hombres y mujeres a los agentes externos, alcanzando un alto grado de
autodeterminación, la tercera, es el desarrollo de la capacidad para procesar
información y autotransformarse y, la cuarta, referida a la capacidad de
reconocer en los demás la misma capacidad de desarrollo la racionalidad, aun
cuando sean diferentes. También, García C.,J. y García del DD., A. (1996)
precisan este planteamiento sobre la pedagogía cuando escriben “el conocimiento
implicado en la acción de formación y el conocimiento sobre el proceso de
formación constituye el campo de conocimiento de la Pedagogía” (p. 127).
Igualmente,
Álvarez (1999), en un esfuerzo de clarificación y precisión epistémica, propone
a la educación, instrucción y desarrollo como dimensiones propias del concepto
de formación, que relacionadas dialécticamente en una tríada, forman parte de
un mismo proceso. Ello quiere decir, que una no se puede concretar sin
relacionarse con las demás.
En
este sentido, la educación, se concibe, como el proceso y resultado que
desarrolla la capacidad de asimilación del conocimiento académico necesario en
el desenvolvimiento cabal dentro de un contexto. La instrucción, es definida
como proceso y resultado que se da en la formación para el trabajo. Y, el
desarrollo, asumido como dimensión formativa, alude el proceso y resultado que
les permite a los individuos desarrollar al máximo sus facultades físicas y
espirituales.
Desde
esta postura sobre la Pedagogía como ciencia que se encarga de la formación del
hombre, puede retomarse lo propuesto por Vivas (1997) quien al interrogarse
sobre qué es lo pedagógico, precisa que es todo lo referido a la formación del
hombre y, en consecuencia, lo relativo a la enseñanza, el aprendizaje, el
currículo y la organización escolar. Como se puede apreciar, este enfoque sobre
la Ciencia Pedagógica parece ser más pertinente.
No
obstante, tendría que verse la Pedagogía bajo la concepción de la ciencia desde
el enfoque crítico, pues, si bien la formación puede ser una categoría que
sirve como eje vertebrador del discurso pedagógico y/o la teoría pedagógica, no
deja de ser un proceso complejo que toca la dimensión individual y social de
los seres humanos, condicionada por las características de los contextos y
momentos históricos, al igual que la educación. Entonces, un concepto
positivista de ciencia, fundamentado en una verdad única, absoluta, universal,
verificable, entre otras cosas, no tiene cabida.
Hasta
aquí, se intenta presentar una visión sobre el objeto científico de la
Pedagogía en cuanto a qué estudia, pues tal como lo plantean García C.,J. y
García del DD., A. (1996) “la manera como se aborda el objeto de la indagación
pedagógica determina la posibilidad de la aplicación del método científico o la
de cualquier otra forma de pensamiento;…” No obstante, se reconoce que este
trabajo no está acabado y que apenas vislumbra la problemática del campo
conceptual de la Pedagogía; presenta limitaciones en cuanto a que no constituye
una revisión epistemológica profunda, que implique mayor explicación en cuanto
a una concepción de ciencia crítica, pero si se marca posición en definir la
Pedagogía como la ciencia que tiene como objeto de estudio el proceso de la
formación del hombre y por ende, aborda aspectos relacionados con la enseñanza,
el aprendizaje, el currículo y la organización.
¿Qué es una teoría Pedagógica?
Considerando
el concepto de teoría y de Pedagogía pudiera decirse que se define como teoría
pedagógica al conjunto de conceptos, definiciones, proposiciones, enunciados,
principios que interrelacionados permiten explicar y comprender lo pedagógico,
es decir, todo lo relacionado a la formación, la enseñanza, el aprendizaje, el
currículo y la organización escolar.
Más,
si se asume la concepción de Lakatos (1978), por ejemplo, se puede definir la
teoría pedagógica como estructuras de pensamiento constituidos por valores,
creencias y supuestos que le permiten al profesor interpretar situaciones,
conceptuar su experiencia, sistematizarla, investigarla, transformarla y
construir la praxis pedagógica, contribuyendo a enriquecer la teoría y el
discurso pedagógico. Se asume como praxis pedagógica, en el sentido que la
expone Vasco (1980) como la reflexión sobre la práctica. Siendo así, la teoría
pedagógica estaría en constante, construcción, reconstrucción, y reconstrucción
a la luz de los aportes de otras ciencias, de las nuevas teorías pedagógicas y
de sus implicaciones prácticas.
En
otros términos, la teoría pedagógica es el marco de pensamiento compuesto por
valores, creencias y supuestos básicos, que le permiten al docente comprender,
dirigir, repensar y transformar las acciones que contribuyen a que los seres
humanos eleven sus niveles intelectivos y adquieran las herramientas que en un
futuro les permitirán asumir su vida en forma consciente y libre.
Ahora
bien, luego de esta precisión conceptual, se puede proceder a precisar de
manera más puntual la importancia de la teoría pedagógica.
Importancia de la teoría pedagógica.
En
este sentido, se responde a las interrogantes del por qué de la teoría
pedagógica. Pudiera iniciarse esta disertación señalando al igual que Vivas
(1997), que una teoría pedagógica definida permite a los profesores penetrar en
la complejidad de lo pedagógico y entender el proceso en el que se efectúa en
el aula, sino que les permite apreciar las relaciones del proceso de formación
humana con el contexto y, por ende, estar consciente de las influencias de lo
político, lo histórico, lo filosófico, lo sociológico, etc., aspectos que se
conjugan, brindando al profesorado diafanidad, congruencia y sentido a sus
acciones. De esta manera, un profesor, ante la interrogante de ¿por qué hace lo
que hace? No responde de forma empírica, fundamentando su hacer en lo que él
cree y piensa hasta ese momento, sin niveles de reflexión profunda y sin
considerar lo que aporta la ciencia pedagógica actual o del pasado. Todo lo
contrario, lo ideal es que responda como todo un intelectual, fundamentando su
hacer en un marco de pensamiento producto de una constante reflexión y revisión
sistemática, a la luz de los aportes científicos actualizados en el campo
pedagógico.
Así,
una teoría pedagógica coadyuva al crecimiento profesional y personal, pues
proporciona los elementos que permitirán desarrollar una práctica más
científica, en el sentido de someterla a un proceso indagativo constante. De
esa manera, los profesores confirman, fortalecen o transforman sus postulados,
a la vez, que reorientan y transformar su acción, tanto en el marco de los
paradigmas vigentes como en los resultados de su quehacer docente, dando
carácter científico a su actividad cotidiana como es: la enseñanza. Ello,
además, despojándolo de su condición proletaria, que los sumerge en un
activismo, en un mero hacer en función de un salario, sin tener conciencia de
la trascendencia histórica de su papel en el desarrollo de los pueblos.
Como
se puede apreciar, la apropiación de teorías pedagógicas permite a los
profesores hacer consciente lo cotidiano, pues, detrás de cada acción hay un
trasfondo, el pensamiento, el cual, nos orienta una determinada manera de hacer
las cosas, que para el caso de la Pedagogía, lamentablemente, ha estado signada
por la tradición. Una tradición que se ha quedado muy apegada, de manera
acrítica, al hacer, producto del desencuentro entre las teorías pedagógicas
científicas, la realidad de las aulas y de las organizaciones escolares. Por
tanto, se pudiera decir que, el consolidad una teoría pedagógica puede devenir
en acciones de enseñanza más efectivas.
En
otros términos, una teoría pedagógica evita a los profesores caer en
dogmatismos y loes permite darse cuenta que los problemas relacionados con la
formación, la enseñanza, el aprendizaje, así como la gestión y el desarrollo
del currículo y las instituciones educativas. Ello no es cuestión de recetas,
sino de la comprensión que se tenga del hombre, de los procesos y los aspectos
inmersos en su formación e incluso, de una concepción del mundo. Es decir, que
lo pedagógico no acepta descripciones mecanizadas e irreflexivas. Por eso,
cuando se aborda lo referente a la teoría pedagógica, no se alude a teoría
acabada, sino más bien a una teoría en constante reconstrucción a la luz de los
aportes de otras ciencias, de las nuevas tendencias pedagógicas y de sus
implicaciones prácticas.
Así,
la teoría pedagógica permite orientar y dar orientar y dar sentido a la
práctica, responder a interrogantes como: ¿para qué se forma?. ¿qué hombre se
aspira formar?, ¿qué es la formación?, ¿cómo formar? Y, evaluar de forma
crítica los enunciados teóricos expresados en conceptos creencias y valores que
dirigen las acciones vinculadas con los procesos curriculares, de gestión, de
enseñanza y de aprendizaje, transformándolos a través de la investigación en la
práctica.
Como
se puede apreciar, todo lo expresado en este apartado sobre la importancia de
las teorías es cónsono con las funciones de la teoría que plantea Hernández
(1996), pues, perfectamente se cumplen para la teoría pedagógica, como se
aprecia a continuación.
Una teoría pedagógica cumple funciones:
•
Explicativas, al permitir a los profesores dar respuesta a las interrogantes
vinculadas al proceso de formación tales como: ¿qué individuo se pretende
formar?, ¿por qué formarlo?, ¿para que formarlo? ¿Cómo formarlo? Y ¿cuándo
formarlo?.
•
De sistematización, refiriendo a la capacidad que deben desarrollar los
docentes en cuento a la organización del conocimiento pedagógico,
convirtiéndose en un escritor de su experiencia, construyendo un referente que
guía la práctica pedagógica, permita la interpretación de los resultados y
oriente la investigación en la acción.
•
De predicción, porque los profesores apoyados en una teoría pueden inferir la
manifestación de sucesos, fenómenos u hechos vinculados al proceso de
formación, en el aula, en la organización escolar o en el contexto de la
comunidad.
•
De interpretación, al permitir hacer lectura de acontecimientos que se
presentan en el aula, escuela o comunidad. De esta comprensión e interpretación
depende la toma de decisiones acertadas.
•
De transformación, pues implica los cambios que se deben generar en la práctica
pedagógica, a partir de la interpretación o lectura que se haya hecho de las
situaciones o acontecimientos considerados como pedagógicos.
Como
es de apreciar, en todo este planteamiento sobre la teoría pedagógica, se
corrobora lo señalado por Moreno (1990) en cuanto a la urgencia de que los
profesores se conviertan en líderes intelectuales en las vertientes de:
•
Pedagogo: al someterse por iniciativa propia a un proceso de actualización
constante que le permita apropiarse del saber pedagógico y, por ende
desenvolverse en el contexto educativo con mayor efectividad.
•
Investigador: ya que la consolidación de la teoría pedagógica autoriza a los
profesores a plantear el proceso de enseñar desde propuestas hipotéticas, sobre
las que construye praxis pedagógica. Esta es la forma como los docentes pueden
concretar la díada teoría – práctica, la cual, posibilita asumir la enseñanza
como un proceso pensado encaminado a emancipar su propio pensamiento y el de
sus alumnos. Así, queda desfasada la idea de asignar la teorización a una élite
intelectual distante de las instituciones escolares. Es el profesorado el
llamado a producir teoría pedagógica y enriquecer este campo del saber.
•
Escritor: además de crear utopías pedagógicas e ideales que permiten soñar y
luchar por un mundo más justo, es apremiante asumir la construcción una memoria
en papel de ese sueño, de ese mundo. Es urgente que los docentes asuman la
divulgación de su pensamiento, es imprescindible el intercambio de experiencias
con la sociedad, con los otros campos del saber. Es además, una forma de crecer
a nivel profesional, leyendo a los demás y exponiéndose a ser leído, pues solo
así hay se someten las ideas a la crítica, de la cual se pueden aprender mucho.
Construir conocimientos sobre la práctica y darlos a conocer, compartirlos con
los demás es la concreción del liderazgo intelectual.
Para
finalizar, es pertinente mencionar que en los inicios de este tercer milenio,
es menester, que los profesores continúen profundizando en la construcción de
teorías pedagógicas cónsonas con las características del momento histórico, a
fin de encontrar horizontes educativos que permitan proseguir por senderos
iluminados de sentido por lo que hacen, guiados por la diafanidad de lo que
significa formar, fin último del continuo anda docente.
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